6 jul 2013

¿Por qué te callas?

Hace tres años decidí escribir y manifestar, en un blog, mis opiniones, pensamientos y pareceres sobre la Diputación de Cádiz, administración en la que trabajo desde 1987.
Lo hice por higiene mental y porque consideraba que ya tenía suficiente edad para no aguantar determinadas prácticas, malas artes, amiguismo y otras “lindezas” que, en ocasiones, observaba a mi alrededor.
La actitud de la mayoría de quienes aquí trabajamos se podría resumir en dos refranes: “Ande yo caliente, ríase la gente” y “en boca cerrada no entran moscas”. Una cultura impuesta y aprendida, durante años y años, por gobiernos de un mismo partido que se consideraba el compendio de la
progresía y la verdad. Quienes tengan duda de tal aseveración que se pregunten cuántos casos de protesta y disidencia son capaces de recordar. Tal vez sobren dedos de una mano.
Cuando me embarqué en la aventura de escribir sobre la Diputación, lo hice a cara  descubierta, con mi nombre y apellidos por delante, no sin cierto temor. Recuerdo que un compañero al enterarse de este proyecto me escribió: “En realidad, la Diputación conserva el espíritu de Aduana de sus primeros tiempos. Aquí se visa, se revisa, se mira con lupa el equipaje (=ideas) y se tasan, se priman o se penalizan las mercancías (=comportamientos) de cada uno de nosotros, según lo consideren los aduaneros de turno. Te aseguro que aquí no son bienvenidas ni insinuaciones, ni críticas y, mucho menos, si éstas son públicas”.
Y yo, ¿Por qué me callo?, me pregunté. Y decidí saltar a la arena, con grandes dudas y con la opinión en contra de la gente a quien le pregunté su parecer. ¿Se llama miedo?.
El blog se tituló  Diputaneando, como esta columna. Y mientras sigo en el empeño www.cadizdirecto.es me ha invitado a escribir una columna semanal en la que expresar mis opiniones y pareceres sobre asuntos de la Diputación o cualquier otro que pueda llamar mi atención. Muchas gracias.
Hasta la semana que viene.

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